El comentario de hoy, martes 19 de marzo 2019
El pasado jueves, luego de una mesa de diálogo en la Secretaría General de Gobierno, quedó de momento, superado el añejo conflicto entre Santiago Yaitepec y Santa Catarina Juquila que, durante cerca de mes y medio sumergió a la región chatina en una crisis de tensión y amenaza de violencia. Decimos, de momento, pues hay cuestiones que salen del ámbito de la competencia de las autoridades estatales.
En Oaxaca, no es un secreto, existen más de 350 conflictos agrarios. La atomizada estructura municipal y la indefinición en la tenencia de la tierra; la pulverización comunitaria y la problemática de límites, ha sido causa, a lo largo de la historia, de enfrentamientos, celadas y emboscadas mortales. La pertenencia de la tierra, así sea un pedazo estéril e improductivo, subyace en lo más profundo de nuestra identidad. Somos únicos a nivel nacional en este tipo de problemas.
Las disputas agrarias se han escrito con sangre. He ahí el por qué el ancestral diferendo entre Yaitepec y Juquila no podía ser soslayado. Ha existido, comentaban algunos de mis ancestros, desde hace al menos un siglo. Pero ahí existe un factor adicional, que ha estado desde hace mucho en la mira de las ambiciones de dirigentes e incluso de ministros religiosos: el venero de dinero fresco que llega vía limosnas, a las alcancías de “El Pedimento”.
El dinero, lo sabemos, no tiene límites ni fronteras, tampoco hay sentimientos. Cálculos conservadores estiman que al año se pueden recaudar ahí, seis millones de pesos. Por supuesto que es una rica veta de oro. Tentación de muchos, beneficio de pocos. Por ello, hasta aquellos que se califican a sí mismos como pulcros y sin mácula, no han estado exentos de caer en la tentación.
Por fortuna, los acuerdos suscritos el pasado jueves atenuaron la situación. Juquila estaba ya en una situación crítica desde el punto de vista económico. Esperamos que las autoridades cumplan con las promesas que se expresaron en la minuta de acuerdos y que no haya más instigadores perversos, especialistas en alentar el odio y el encono entre nuestros pueblos.
Nada mejor para nuestras comunidades, que trabajar y vivir en armonía y civilidad. Sólo la unidad y la conciliación forjarán los caminos del desarrollo, la paz social y el progreso. Los tiempos actuales –lo hemos visto ya- auguran nubarrones que nadie puede echar en saco roto, sólo abrevar de la historia para saber que México vive tiempos atípicos. La borrachera democrática nos ha impedido vernos en el espejo de otros países. (JPA)